Cinco autores a los que les tengo manía

Avisados estáis ya desde el título del post. El listado que leeréis a continuación no está realizado en base a la calidad de los autores que lo componen, sino al rechazo visceral que siento por ellos. Vis-ce-ral, es decir, de las vísceras, pasando por el filtro relajado de la razón que ha mirado sutilmente hacia otro lado en la confección de los argumentos que utilizo para justificar la urticaria que me producen. De eso se trata la manía, ¿no? Pues ahí va:

1. Enrique Vila-Matas

Empiezo con Vila-Matas, que es un molón y eso aviva mi ojeriza. Nunca lo había leído antes hasta que me compré Suicidios ejemplares. No pude pasar del tercer cuento, eran relatos deprimentes a matar. Precisamente al tener delante una compilación de relatos sobre suicidios, lo que menos me esperaba es que fueran deprimentes, para eso me leo el título del libro y ya, si el autor no le va a buscar la vuelta. Lo segundo que me cabreó fue lo mal que estaban escritos los cuentos que llegué a leer. El tipo se pasa por el forro la estructura, quedan cabos sueltos por atar, ¡en relatos de solo unas páginas! Pero por dIOs Vila-Matas, hazte un curso de Escritura Creativa ya. De verdad, qué manía le tengo.

2. Milan Kundera

Tan, tan enfada que estaba con Kundera mientras leía La insoportable levedad del ser. A menudo, después de unos párrafos que me hervían la sangre, cerraba el libro, miraba la contracubierta y le gritaba a la bio del autor de la parte inferior: «¡qué coño estás diciendo Kundera!». Kundera es más megalómano que Walter White. El protagonista de sus libros es él. Se le ve el plumero en cada uno de sus personajes, siendo más ventrílocuo que autor. ¡Pero deja que respiren colega, dales un poco de libertad! Que los personajes no sean de verdad no significa que no puedan vivir su propia vida y además esa vida no tiene por qué ser en todo momento un abismo de desesperación y miseria. Y encima es un misógino de mucho cuidado, que esa es otra. Tras la pesada levedad,  reincidí leyendo El libro de los amores ridículos. La sensación que me llevé fue la misma. Un poco masoquista que es una, pero es que hay que reconocerlo, el tío es muy bueno.

3. Belén Gopequi

Me quedé en la página 28 de su La escala de los mapas. No pienso retomarlo, tampoco probar con ningún otro libro suyo. Si la viera un día por la calle, inconfundible con su estilo pacoumbraliano, le pararía y le diría: “Hola Belén Gopegui, tengo una pregunta para ti: ¿tú para quién carajo escribes?”. Porque lo que está claro es que no escribe para los lectores. O cabría preguntarse, ¿quiénes son los lectores de Belén Gopegui? Yo diría que los filólogos, los académicos de la RAE (que por cierto, ahora andan de humoristas haciendo sketches sobre detergentes para la lengua y amas de casa) y Belén Gopegui. Cuando los personajes de un libro tienen nombres como Brezo o Nélope, sospecha. Cuando hay que leer una misma frase hasta tres veces porque su estructura no te permite entenderla, ponte a la defensiva. Cuando tienes que tener el diccionario a mano porque el significado de ciertas palabras no lo sacas ni por el contexto, tira el libro y búscate otro. O eso es lo que hice.  Me pareció pelín pedantilla, por lo menos hasta donde yo leí.

4. Ildefonso Falcones

El único de la lista del cual no he leído nada. Pero he oído historias (shhh). Historias que dicen que La catedral del mar, escrita mientas hacía un curso de escritura en el Ateneu Barcelonés, tiene una reescritura (ajena) encima que vamos, lo que se vendió bien poco tiene que ver con lo que escribió el autor en un principio (shhh). Historias que dicen que abandonó de mala manera a su agente literaria una vez hubo cogido la pasta de los derechos del libro (shhh). A estas historias, verdaderas o no, se le añade el hecho de haber hecho campaña por el PP y una entrevista en la radio que oí cuando hacía gira presentando La mano de Fátima. A la pregunta del locutor de por qué de nuevo una novela histórica, Falcones respondió: “si algo funciona, ¿para qué cambiar?”. ¡Di que sí hijo, con un par!, si un género te ha dado millones de beneficio, ¿para qué te vas a adentrar en nuevas mandangas creativas? Deja, deja, que es mucho lío, se fabrica más de lo mismo y todos contentos, sobre todo tú. Por lo menos no dirán que no es sincero.

5. Michel Houellebecq

Si decía en el caso de Kundera que había sido un poco masoquista por reincidir en su lectura una vez más después de leer su “levedad”, con el Houe ya directamente es “dame más, dame más, dame más”. ¡Hasta tres libros me he leído!, y mira que no lo soporto. Ampliación del campo de batalla, Las partículas elementales y Lanzarote. En mi defensa he de decir que el segundo no lo acabé y el tercero, que es el que más disfruté por tener un carácter más lúdico, me lo leí en inglés para practicar. El Houe es como Kundera pero más coñazo y más intencionadamente provocativo. Los dos son hijos de su época. Kundera es hijo del totalitarismo y Houllebecq del vacío superficial de finales del siglo XX. El discurso de Kundera me lo creo, pero el de Houllebecq no tanto. Criticando una sociedad banal, acaba siendo banal él mismo. No en vano se convirtió en estrella mediática, y a mucha honra. Una pena, porque si dejara de lado ese disfraz de escritor malote que se ha autocolocado, quizás podría escribir algo auténtico de verdad, porque mal estilo no tiene.

Y ya. Al final ha resultado que la razón no se ha quedado tan laxa en mis justificaciones. Eso no hace más que reafirmar  mi tirria hacia estos cinco (y hacia otros que se quedan en el tintero). ¡De verdad que me enfadan! Y ni que decir tiene que es una visión muy personal de estos autores, así que nadie se me sienta ofendido, que para gustos, los colores.

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4 comentarios

  1. Me ha gustado muchísimo el listado!
    El pobre Vila Matas (a mi me encanta) lo veo bastante bien a encabezar los cinco, debido a sus dotes literarias que también son condenas…
    ¿y los otros 4 fantásticos? Kundera, para decirlo con él mismo a través de su propia obra (que no he leído) y un adjetivo suyo lo encuentro «insostenible» y Falcones más bien «infumable». El hecho de que nunca oí hablar de Gopequi..¿ es grave? y de Houellebecq, los tres libros que leíste ¿los compraste los tuvistes prestados? Porque a mí me ha pasado de comprar libros de escritores a los que les tengo manía…

  2. ¡Gracias! A Vila-Matas es que no volví a darle ninguna otra oportunidad. Me enfadó que publicara cuentos tan malos llamándose Vila-Matas. Quizás más adelante. Yo a Gopegui tampoco la conocía, pero a veces me tengo manía a mí misma porque leo poca literatura de escritoras mujeres y pruebo con autoras nuevas. Esa vez compré un libro de Gopegui y otro de Marcela Serrano, que tampoco había leído nunca, y no me gustaron ninguno de los dos. De Houellebecq, uno de los tres que leí era prestado. Pero a mí también me pasa, de vez en cuando, comprar libros de escritores a los que les tengo manía, con alevosía y nocturnidad 😉

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