Sobre Trico, Bob y la literatura

La semana pasada me pasé The last guardian, el primer videojuego al que he jugado en mi vida. Lo jugué a cuatro manos con un iniciado en la materia, es decir, que unas veces hacía de copiloto e iba soltando los imprescindibles «por aquí, por allá, ¡coge ese barril!», y otras veces me ponía a los mandos para salvar peligros con ese amor de Trico, mezcla de gato y pájaro, a la vez que intentaba controlar la maldita cámara del mando, empeñada en dar vueltas y vueltas con apenas rozarla. Cuando acabó el videojuego me quedé envuelta en un hondo sentimiento que no me había causado jamás ninguna obra de ficción, escrita o audiovisual. Sólo lo puedo expresar diciendo que a lo largo del juego me había sentido como Bastián cruzando al lado de Fantasía en la segunda parte de La historia interminable, similitudes entre Trico y dragón de la suerte Fújur aparte.

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Los viajes horripilantes de Martha Gellhorn

Martha Gellhorn quería llegar al lugar más desconocido de Creta. Fantaseando con una nueva peripecia, se había fijado en un punto remoto del mapa de la isla, un pueblo solitario en una bahía llamado Kastelli. Ya podía verse nadando desnuda en aguas cristalinas y bebiendo ouzo con los pescadores a la luz de la luna. Martha Gellhorn, que en ese momento estaba en Iraklio, la capital de Creta, cogió tres autobuses y tras un viaje eterno se plantó en Kastelli. La localidad resultó ser «una alcantarilla» de pobladores huidizos, su hotel «un cuchitril» y la bahía «una playita asquerosa». Tomaba el sol rodeada de basura, disfrutando de su horrible destino, cuando empezó a pensar en los viajes más terroríficos que había hecho. Lo de Kastelli no era nada comparado con el viaje a China que hizo llevando casi a rastras a su Compañero Reticente, por ejemplo, o aquel fatal recorrido por África buscando la verdadera África, siempre escurridiza, o la caza de submarinos alemanes que la llevó al Caribe. Martha Gellhorn decidió en ese instante que escribiría un libro sobre los peores viajes de su vida. Y así nació Cinco viajes al infierno. Aventuras conmigo y ese otro (Altaïr, 2011).

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Sin ti no hay nosotros: una infiltrada en Corea del Norte

¡Cuerno físico, estoy medio muerto! Pero es igual, parto a la guerra y mataré a todo el mundo. Ay del que no obedezca. M’lo meto en la talega con torsión de nariz y dientes, y extracción de la lengua.

Alfred Jarry, Ubú Rey

 En el verano de 2011, Suki Kim, periodista nacida en Corea del Sur y nacionalizada estadounidense, viajó camuflada a Corea del Norte con el objetivo de escribir un libro sobre el país más aislado y desconocido del mundo. Su disfraz, el de profesora de inglés. Su destino, la Universidad de Ciencias y Tecnología de Pyongyang (PUST). Y sus armas, dos memorias usb colgadas del cuello. Si la descubrían, estaba muerta.

La PUST era la única universidad privada de Corea del Norte y el único centro del país con profesores extranjeros que daban clases en inglés. La razón por la que allí se enseñaba la lengua del enemigo era que la universidad estaba financiada con dinero internacional de cristianos evangélicos. A Kim Jong-il, el Gran Líder de Corea del Norte, siempre le iba bien el dinero, y los cristianos evangélicos compraban así la oportunidad de evangelizar algún alma norcoreana despistada.

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Crónicas de una joven escritora socialista

Aquella llamada de madrugada dejó a Brigitte Reimann sin vacaciones. Por teléfono, Kurt Turba, su jefe y amante ocasional, le daba la noticia: la mandaba a Siberia a «trabajar hasta caer rendida». Le aconsejaba llevar un par de jerséis porque podía hacer frío y le prohibía negarse.

Brigitte se sentó en la cama, no pudo volver a dormir en toda la noche. Tendría que postponer sus planes para ir al lago Schwerin con Hans, su pareja y futuro tercer marido, a «atrapar cangrejos y robar pescado». Y luego estaba lo de su pánico a volar.

Era julio de 1964 y Brigitte Reiman, escritora joven, feminista y crítica del viejo comunismo, era una figura popular en la RDA, la antigua Alemania comunista. El Muro de Berlín había cumplido tres años de existencia y los intelectuales de la Alemania del Este todavía creían, de forma paradójica, que el aislamiento del mundo capitalista que les otorgaba el Muro era positivo para crear un debate social que les llevara a construir un comunismo más aperturista.

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El dragón se comió a la niña del tintero

No, no pude seguir leyendo la biografía de Lolo Rico. No pude y no quise. Lo siento, Lolo.

Pero me puse con otro tema. Con el dragón. Me leí la crónica de los viajes que hizo Norman Lewis por Camboya, Laos y Vietnam en los años 50, Un dragón latente (Altaïr, Octubre 2014) e hice una reseña para la renacida revista de cultura viajera  Altaïr Magazine. Son casi cuatrocientas páginas de libro, que no me quedé parada después de Lolo. Y me encantó conocer a Norman.

¿Quién fue Norman Lewis?  ¿Qué se le había perdido allí en la Conchinchina, pero en la Conchinchina de verdad? ¿Llegó a estar patente el dragón? ¿Qué hace aquí Indiana Jones? Si os da un poco de curiosidad, pasad a Altaïr y leed:

www.altairmagazine.com/voces/un-dragon-latente

Qué os aproveche.

 

 

 

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La niña del tintero (II)

He terminado el capítulo ocho de Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y yo no me dé cuenta, de Lolo Rico. Unas cuantas reflexiones al respecto. La primera y más dolorosa: ¡qué poco he leído esta semana! En realidad no es cierto, me paso el día leyendo, pero el tiempo que he dedicado a mi lectura ha sido bien poco.  Ha sido poco y muy repartido, lo que significa que los espacios para leer(lo) han sido cortos. Eso es importante en cuanto a la relación con el libro, con cualquier libro, porque el nivel de profundidad y empatía que se alcanza con él, es menor que si se pasara horas enteras seguidas con la nariz metida en su trama, como pasa en las relaciones con las personas. Influye también en la impronta que deja en la cabeza, es decir, en los recuerdos que quedan.

En cuanto a la impronta en mi cabeza, es dispersa. No tengo un hilo mental continuo de la historia. Y sobre la implicación, es creciente a trompicones, partiendo de un desinterés con cierta curiosidad al principio. Tengo brechas en mi memoria de la narración, pero imagino las brechas que habrá encontrado Lolo al traspasar a las palabras, en una conseguida forma lineal, los años de su infancia. En resumen, que no me acuerdo muy bien de lo que he leído. Es triste compartir esto, pero es lo que hay con este libro en estos momentos. Es nuestra relación.

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La niña del tintero (I)

Sin saber cómo, me encuentro haciendo un barquito de papel sin papel, en medio de un mar que los espejos han agrandado hasta el infinito en el fondo de un tintero sin tinta, esperando a la niña, que ha ido a buscar un calamar.

Lolo Rico

25 de octubre de 2014

He decidido volver a escribir. Empezando por este blog abandonado y siguiendo con un proyecto más largo que por ahora solo está en mi cabeza, pero que me ha llevado a empezar a leer un libro que a su vez ha derivado en esta entrada que será la primera de una serie que durará lo que tarde en leer el libro. Un libro que puede ayudarme a aclarar algunas ideas de mi proyecto literario cuyo inicio pasa por volver a escribir este blog. No sé si me seguís.

La cuestión es que he empezado a leer un libro: ¿Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y no me dé cuenta?, Memorias, de Lolo Rico, y me han dado ganas de escribir sobre él. Lo tenía en mi casa desde que salió,

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9 semanas y media

No recuerdo cuando vi 9 semanas y media por primera vez. Me acuerdo del aire de escándalo que la rodeaba y de que años más tarde de su estreno, cuando la dieron por la tele, yo no la vi por la vergüenza que imaginaba pasaría viendo tremenda guarrada junto a mis padres en el sofá de casa. En algún momento la vi finalmente, pero  no tuvo que causarme gran sensación, porque no me dejó ninguna huella.

Hace poco vi 9 semanas y media de nuevo, y todavía no he podido quitármela de la cabeza. Me gusto tanto que aquí estoy, escribiendo sobre ella en vez de escribir sobre libros o edición, aunque al fin y al cabo una peli es literatura en movimiento, ¿no? Por dónde empezar. Empezamos por ellos, los protas, Kim Basinger y Mickey Rourke. Pero qué sexys y qué buena química, marededeu. Adrian Lyne, el director del cotarro, no podría haber elegido mejor. Si Kim Basinger hubiera muerto de una subida de sensualidad y se hubiera reencarnado en hombre, se hubiera llamado Mickey Rourke, y al revés. De hecho, días más tarde rematé la jugada viendo Atracción fatal, la siguiente de Adrian Lyne, y daba de pleno de nuevo en la selección de actores: Michael Douglas y Glen Close, simétricos y complementarios. Ay ese vestido blanco de Glen Close con el que pasa de diosa humillada a verdugo desquiciada. Una peli menos vistosa que 9 semanas y media pero que tiene mucha miga.

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Cinco libros sobre fútbol

Primera entrada del año. Un poco tarde, sí, pero un trabajo nuevo me ha tenido bastante ocupada. Desde principios de año soy la Community Manager de una app de fútbol para móviles: Goles Messenger. ¿Que cómo me he metido en ese fregao? Es una historia larga, solo comentar que me lo estoy pasando pipa y estoy aprendiendo un montón de fútbol, de tecnología y de redes sociales. Tras un duro mes inicial, ahora tengo más tiempo para dedicarme a mis quehaceres blogueros y editores. La primera entrada del año la tenía clara: libros sobre fútbol, claro. Así que he seleccionado cinco libros que destacan por su calidad y por el enfoque con el que abordan sus autores el tema futbolero. A ver qué os parecen.

1. Niños futbolistas, de Juan Pablo Meneses. Blackie Books, 2013.

El escritor y periodista Juan Pablo Meneses (Santiago de Chile, 1969) recorre Latinoamérica y España en busca de un niño futbolista que sirva de moneda de cambio para hacer un buen negocio. Transformado en especulador de jóvenes promesas, buceará en el lado oscuro del mercado futbolístico reflejando de forma cruda el tráfico de niños futbolistas, la presión de sus familias y el papel de los ojeadores españoles. Historias de esperanzas y fracasos a cuenta de la absorción del fútbol por el capitalismo.

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Verne, Melville y los zombis

Hace dos veranos hice un doble descubrimiento en la librería americana de Amsterdam, The american book center: que Julio Verne había escrito una novela sobre zombis y que esta estaba publicada en inglés por Melville House, una editorial independiente con sede en Brooklyn que me era desconocida y de la cual me hice fan incondicional desde ese mismo momento. El libro era The castle in Transylvania, de Jules Verne, editado en España como El castillo de los Cárpatos. Imposible que no llame la atención un libro de Julio Verne sobre castillos misteriosos con aires draculinos, pero fue el subtítulo, añadido oportunamente por la editora, el que me atrapó: Back from the dead: The original zombie story. El diseño de la cubierta me acabó de conquistar: una zombi decimonónica silueteada sutilmente bajo una tipografía grande y juguetona. Compré el libro y ha estado dando vueltas por varios de mis bolsos hasta que me puse a leerlo en serio hace unas semanas. Ya lo acabé, pero todavía no he podido quitármelo de la cabeza.

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