¡Cuerno físico, estoy medio muerto! Pero es igual, parto a la guerra y mataré a todo el mundo. Ay del que no obedezca. M’lo meto en la talega con torsión de nariz y dientes, y extracción de la lengua.
Alfred Jarry, Ubú Rey
En el verano de 2011, Suki Kim, periodista nacida en Corea del Sur y nacionalizada estadounidense, viajó camuflada a Corea del Norte con el objetivo de escribir un libro sobre el país más aislado y desconocido del mundo. Su disfraz, el de profesora de inglés. Su destino, la Universidad de Ciencias y Tecnología de Pyongyang (PUST). Y sus armas, dos memorias usb colgadas del cuello. Si la descubrían, estaba muerta.
La PUST era la única universidad privada de Corea del Norte y el único centro del país con profesores extranjeros que daban clases en inglés. La razón por la que allí se enseñaba la lengua del enemigo era que la universidad estaba financiada con dinero internacional de cristianos evangélicos. A Kim Jong-il, el Gran Líder de Corea del Norte, siempre le iba bien el dinero, y los cristianos evangélicos compraban así la oportunidad de evangelizar algún alma norcoreana despistada.