La niña del tintero (I)

Sin saber cómo, me encuentro haciendo un barquito de papel sin papel, en medio de un mar que los espejos han agrandado hasta el infinito en el fondo de un tintero sin tinta, esperando a la niña, que ha ido a buscar un calamar.

Lolo Rico

25 de octubre de 2014

He decidido volver a escribir. Empezando por este blog abandonado y siguiendo con un proyecto más largo que por ahora solo está en mi cabeza, pero que me ha llevado a empezar a leer un libro que a su vez ha derivado en esta entrada que será la primera de una serie que durará lo que tarde en leer el libro. Un libro que puede ayudarme a aclarar algunas ideas de mi proyecto literario cuyo inicio pasa por volver a escribir este blog. No sé si me seguís.

La cuestión es que he empezado a leer un libro: ¿Cómo es posible que el tiempo pase tan deprisa y no me dé cuenta?, Memorias, de Lolo Rico, y me han dado ganas de escribir sobre él. Lo tenía en mi casa desde que salió, en 2008, pero nunca le había hecho caso: unas memorias, y con ese título tan deprimente. Empecé a leer el prólogo y pensé: «menudo coñazo va a ser esto». El primer capítulo, compuesto por a una serie de recuerdos autocomplacientes de la niñez de Lolo pelín divinos, tampoco me convenció. Pero llegué al capítulo 2, apareció la niña del tintero y se hizo la magia. Entonces las vi, a todas sus criaturas, juntas de repente: a los Electroduendes, a la Bruja Avería, a aquella versión que me encantaba de Alaska, ¡a Gurruchaga!, y no porque hablara de ellas, sino porque en cuanto dejó de hablar de sus recuerdos de niñez y dejó salir a ese alter ego fantástico infantil que es la niña del tintero, volví a mis 10 años, y con ellos volvió su mundo, que en parte era el mío. Y me atrapó. Lolo, protegida ahora en el interior de la niña del tintero, vuelve a incursionar en su infancia  y nosotros la seguimos como si fuera Peter Pan. Y conocemos a su familia, atareados aquel día que tienen la visita del martes, tan contentos que están, pero no quieren celebrar porque entonces el martes dejaría de ser especial, «yo vivo mi martes, tú vives tu martes, él vive su martes». Ahora sí, esta es la Lolo que me gusta. Con la sonrisa en la cara y evitando algún charco de melancolía, me planto en el capítulo tres. Y ahí me he quedado. Veremos. Yo confío en Lolo, ella me conoce, sabe llevarme. Además es ingeniosa, valiente, muy pilla, y su escritura lo demuestra. Pero está triste. Escribe triste. En el prólogo nos cuenta cómo llegó a ponerle ese título tan largo a sus memorias. Primero le llegó el título, luego se puso a escribir. Quizás el título pesó demasiado en el tono medio mustio de su narración. Quizás no hay otra forma de acercarse a la propia infancia más que desde la pesadumbre. Y más ella, que hizo de la infancia su vida adulta. Quizás simplemente se hizo mayor.

No sé, ya os contaré. La idea es ir compartiendo mis impresiones del libro a medida que lo voy leyendo, en una especie de diario-reseña. O lo que salga.

lolo«—Mañana es miércoles, es un día muy importante, un miércoles irrepetible, único, mi miércoles, tu miércoles…»

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