Sin ti no hay nosotros: una infiltrada en Corea del Norte

¡Cuerno físico, estoy medio muerto! Pero es igual, parto a la guerra y mataré a todo el mundo. Ay del que no obedezca. M’lo meto en la talega con torsión de nariz y dientes, y extracción de la lengua.

Alfred Jarry, Ubú Rey

 En el verano de 2011, Suki Kim, periodista nacida en Corea del Sur y nacionalizada estadounidense, viajó camuflada a Corea del Norte con el objetivo de escribir un libro sobre el país más aislado y desconocido del mundo. Su disfraz, el de profesora de inglés. Su destino, la Universidad de Ciencias y Tecnología de Pyongyang (PUST). Y sus armas, dos memorias usb colgadas del cuello. Si la descubrían, estaba muerta.

La PUST era la única universidad privada de Corea del Norte y el único centro del país con profesores extranjeros que daban clases en inglés. La razón por la que allí se enseñaba la lengua del enemigo era que la universidad estaba financiada con dinero internacional de cristianos evangélicos. A Kim Jong-il, el Gran Líder de Corea del Norte, siempre le iba bien el dinero, y los cristianos evangélicos compraban así la oportunidad de evangelizar algún alma norcoreana despistada.

Kim Jong-il era el segundo Gran Líder de Corea del Norte. El primero había sido Kim Il-sung, su padre, presidente del país desde que quedó separado de Corea del Sur y bajo control soviético al acabar la Segunda Guerra Mundial hasta que murió en 1994. Bajo su gobierno se redujeron las relaciones con el exterior a intercambios económicos con China y la URSS, así que cuando el bloque soviético cayó, Corea del Norte quedó aislada del mundo con excepción de un pequeño comercio residual con China.

Kim Jong-il, el segundo Gran Líder, siguió con la política aislacionista de su padre, gastando los pocos recursos económicos de los que disponía su país en armamento para una posible guerra con el exterior, y condenando así al pueblo norcoreano a la miseria más absoluta. Mientras Suki Kim, nuestra periodista infiltrada, daba clases de inglés en la PUST y escribía a escondidas su libro, Kim Jong-un, hijo de Kim Jong-il, se preparaba para ser el tercer y nuevo Gran Líder de Corea del Norte, ante la inminente muerte de su padre.

Aquel era un país acorralado. No querían abrirse al exterior, pero no les quedaba más remedio que buscar el diálogo si querían sobrevivir. El país entero se sostenía sobre el aislacionismo y la voluntad de matar a los americanos y los surcoreanos, pero aun así tenían que aprender inglés y alimentar a sus hijos con dinero extranjero.

Desde la primera línea de Sin ti no hay nosotros (Blackie Books, 2015), se siente simpatía por Suki Kim. La autora utiliza la sinceridad más descarnada como antídoto al sistema de falsificaciones de la realidad que gobierna la vida de los norcoreanos. Cuanto más aislada está, más se abre a los lectores y más visceral se hace su relato. Acabamos sabiendo mucho de ella. De la historia de su familia. De su juventud. Del amante que ha dejado en Brooklyn. De su hacer, de su sentir.
 
La historia de su familia es un reflejo de la historia reciente de Corea. Asentada en el sur de Corea por generaciones, su familia vivió la ocupación de Japón a principios del siglo XX, la separación del país en dos mitades tras la Segunda Guerra Mundial y el frustrado intento de invasión de Corea del Sur por parte de Corea del Norte en 1950 (la Guerra de Corea), en la que muchos surcoreanos, de los que nunca más se supo, fueron llevados a la fuerza a Corea del Norte. Suki Kim perdió así a varios familiares (la pérdida más dolorosa, su tío), como todos los surcoreanos.

Empobrecidos tras la guerra, los padres de Suki Kim emigraron a Estados Unidos cuando ella era una niña. Kim aprendió allí la lengua y la cultura norteamericana, y también que su piel era de color amarillo, cuando ella ni siquiera sabía que la piel tenía color. Durante su juventud no paró de viajar, evitando estar en un mismo lugar mucho tiempo, desubicada, sin una identidad clara. La búsqueda de identidad es lo que le llevó años más tarde a calzarse el traje de profesora de inglés y viajar a Corea del Norte. Vivía cómoda en Estados Unidos pero no lo sentía su casa. Había viajado varias veces a Corea del Sur, pero, absorbido este país por la cultura occidental, distaba mucho del hogar perdido del que hablaban sus padres. Quizás Corea del Norte, aislada del mundo, conservaba aún el germen de sus orígenes. Si el dictador de turno lo permitía.

Curiosamente, cuando visité Pyongyang por primera vez me sentí más en casa de lo que me había sentido nunca desde que salí de Seúl siendo todavía una niña. Me pareció que reconocía las cosas. Tenía todo el pasado frente a mí: generaciones de coreanos separados por la división, décadas de anhelos, de pérdidas, de dolor, de culpa. Me identifiqué con todo aquello de una forma que nunca he sido capaz de sacudirme de encima.
 Suki Kim no tuvo mucho tiempo para recorrer Corea del Norte. Encerrada en la PUST, a las fueras de la capital, solo se le permitía salir en momentos puntuales y a sitios concretos. Como los días de compras en los supermercados para extranjeros de Pyongyang, casi desiertos de productos. O cuando fue de visita con sus compañeros profesores a las falsas iglesias cristianas, en las que los pastores y los coros eran actores que mantenían controlados a los pocos feligreses de verdad que asistían a las misas. Kim pasó de largo en autobús por playas vírgenes a las que estaba prohibido ir y escuchó discursos de exaltación de manzanos tísicos, declarados oficialmente como una de las maravillas del país, «los mejores manzanos del mundo». Los caminos, siempre llenos de norcoreanos desnutridos que miraban hacia el suelo.
 
Sin embargo, tuvo tiempo de sobra para explorar la universidad donde daba clases. La PUST era todo un microcosmos especial dentro de un país especial, un entorno, que, no por ser excepcional dejaba de ser representativo del modo de vida de Corea del Norte. Suki Kim pasó en la PUST dos temporadas. La primera, durante el mes de julio de 2011, justo antes de las vacaciones de verano. No dándose por vencida, se atrevió a una segunda temporada más larga de septiembre a diciembre del mismo año.Los alumnos de Suki Kim eran los hijos de la alta sociedad de Corea del Norte. Todos hombres, universitarios de veintipocos años que habían sido sacados de sus respectivas universidades y habían sido obligados por el Gran Líder a recibir clases de inglés ese año con profesores extranjeros cristianos evangélicos. En ese sentido, estaban tan encerrados y fuera de lugar como Suki Kim. Los profesores evangélicos eran otro elemento de los que la escritora infiltrada tenía que cuidarse, además de los norcoreanos. Suki Kim llevaba un doble disfraz, el de profesora de inglés y el de evangélica. Nadie debía saber que era no creyente. A su vez, los profesores cristianos debían mantener escondidas sus Biblias, prohibidas por sus anfitriones norcoreanos, seguidores de la filosofía juche como única religión. La situación no podía ser más rocambolesca.
 
En el contexto de ocultamiento y vigilancia constante en el que vivía Suki Kim, sorprende su actitud honrada para todos los que la rodean. Ella esconde verdades pero nunca miente. Trata de parecer una verdadera cristiana (perezosa) ante sus compañeros, pero jamás se autodefine como tal. Le está prohibido dar información sobre la vida en el extranjero a sus alumnos, pero a estos tampoco les niega respuestas a la variedad de preguntas que le hacen sobre la vida más allá de Corea del Norte, ideando razonamientos en los que se explica lo mejor posible —sin decir a las claras nada que le pueda poner en situación de peligro—. Los alumnos de Suki Kim, acostumbrados a callar sus opiniones y a atenerse al estricto guión marcado por el Gran Líder, desconfían en un principio de su nueva profesora de inglés.  Sin embargo, la accesibilidad de Kim y el amparo que les ofrece el uso de una lengua ajena favorecen un acercamiento progresivo entre profesora y alumnos. Suki Kim también desconfía de sus alumno. Si frente a las primeras preguntas de estos actúa de forma esquiva, por si hay algún espía entre ellos, por un lado, y en un intento de proteger a los verdaderos curiosos del desarrollo de un pensamiento crítico que los ponga en peligro, por el otro, con el paso de los meses y la convivencia, va relajándose y se convierte en una auténtica profesora para sus alumnos, intentando transmitir sus conocimientos en una clave cada vez más comprensible, siempre de forma discreta.

—¿Podríais amar a alguien de un país enemigo? —pregunté una vez.

—¡No! —gritaron.

—¿Podríais ser amigos de alguien de un país enemigo?

—¡No! —repitieron.

—¿Y qué hay de mí? —les pregunté luego, durante la comida. No era justo ponerles en ese compromiso, pero sentía curiosidad. Uno de ellos contestó:

—Tú eres diferente, eres nuestra profesora.

 Falsa profesora (y cristiana) de día, Suki Kim se dedicaba a escribir su libro por las noches. Tras la jornada de trabajo, se recluía en su habitación para tomar apuntes del día que luego almacenaba en una memoria usb, y para escribir largos emails a su amante en Brooklyn, emails que nunca enviaba. Muerta de frío y a menudo a oscuras (la electricidad fallaba a diario), Suki Kim escribía en sus ratos libres, veía algún programa sobre el Gran Líder en la televisión oficial o dormía. A veces charlaba con algún profesor, pero en general tenía una relación distante con sus compañeros, y sólo llegó a intimar relativamente con dos profesoras jóvenes.
 
Durante el último mes de estancia de Kim en la PUST, cerca de las vacaciones de Navidad, la situación se enrareció aún más en la universidad. Por las noches, comenzaron a desaparecer los retratos de Kim Jong-il, el Gran Líder, que cubrían las paredes por doquier, y aparecieron nuevos retratos de su hijo, Kim Jong-un. Llegaron noticias de que todas las universidades del país habían cerrado menos la PUST. Las pocas salidas permitidas se anularon. Corría el rumor de que Kim Jong-il estaba muriéndose…La noticia se confirmó: el 17 de diciembre de 2011 moría Kim Jong-il, Gran Generalísimo, Gran Dirigente, Querido Líder, Líder Supremo… El Gran Líder. Su hijo, Kim Jong-un, de 28 años, se convertía en el nuevo Gran Líder y en el gobernante más joven del mundo. Si unos días antes los alumnos de Suki Kim andaban tristes y solícitos porque ésta les había anunciado que no volvería a darles clases el siguiente trimestre, desde el anuncio de la muerte de su Gran Líder no volvieron a mirarle a la cara. Habían perdido de repente todo interés por ella. El vuelo de Kim de vuelta a Estados Unidos salía la mañana siguiente. No hubo despedida. Suki Kim se marchó sin llegar a saber si alguno de sus «queridos alumnos» comprendía que la muerte del dictador podía suponer para sus vidas, quizás, un cambio a mejor.
 
COSAS QUE NO SABÍAS DE COREA DEL NORTE
 
DE LA SOLAPA DE SIN TI NO HAY NOSOTROS, EN LA EDICIÓN DE BLACKIE BOOKS:
 

1. Tiene un índice de alfabetización del 99%.2. Posee una esperanza de vida de sólo 67,3 años.3. No admite publicidad, pero la propaganda está siempre presente.4. Es el estado más militarizado del mundo, con más de un millón de soldados.5. Pena con la muerte ver programas de televisión extranjeros, difundir pornografía o poseer una Biblia.

6. Aplica sentencias a tres generaciones de una misma familia por un mismo delito.

7. Permite 10 cortes de pelo si eres hombre, y 18 si eres mujer.

8. Es uno de los mayores productores y consumidores de metanfetamina. También la marihuana es legal.

9. Alberga más de 15 campos de trabajo, en los que más de 200.000 personas están confinadas.

10. Es el segundo país más feliz del mundo después de China. Según ellos.

Esta reseña se publicó originalmente en Altaïr Magazine.

 

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