9 semanas y media

No recuerdo cuando vi 9 semanas y media por primera vez. Me acuerdo del aire de escándalo que la rodeaba y de que años más tarde de su estreno, cuando la dieron por la tele, yo no la vi por la vergüenza que imaginaba pasaría viendo tremenda guarrada junto a mis padres en el sofá de casa. En algún momento la vi finalmente, pero  no tuvo que causarme gran sensación, porque no me dejó ninguna huella.

Hace poco vi 9 semanas y media de nuevo, y todavía no he podido quitármela de la cabeza. Me gusto tanto que aquí estoy, escribiendo sobre ella en vez de escribir sobre libros o edición, aunque al fin y al cabo una peli es literatura en movimiento, ¿no? Por dónde empezar. Empezamos por ellos, los protas, Kim Basinger y Mickey Rourke. Pero qué sexys y qué buena química, marededeu. Adrian Lyne, el director del cotarro, no podría haber elegido mejor. Si Kim Basinger hubiera muerto de una subida de sensualidad y se hubiera reencarnado en hombre, se hubiera llamado Mickey Rourke, y al revés. De hecho, días más tarde rematé la jugada viendo Atracción fatal, la siguiente de Adrian Lyne, y daba de pleno de nuevo en la selección de actores: Michael Douglas y Glen Close, simétricos y complementarios. Ay ese vestido blanco de Glen Close con el que pasa de diosa humillada a verdugo desquiciada. Una peli menos vistosa que 9 semanas y media pero que tiene mucha miga.

Luego están los personajes, Elizabeth y John. Ella una cultureta cool ingenua, él un yuppie (young urban professional) de éxito con mucho mundo. Dos personalidades que en principio no dan para unirse en una vida entera, y ni falta que hace. Ellos se conocen, se desean, se enamoran y se repelen. O ella le repele a él, porque él anda tan contento en su posición de poder. Recordemos que estamos en los ochenta, en 1986 en concreto, y que en esa época molaban los tipos duros de pelo en pecho que cortaban el bacalao en la pareja con modos brutos. Las féminas, sin embargo, eran almas cándidas hipersexualizadas que andaban buscando unos brazos fornidos que las protegieran del mundo cruel. En este sentido, Elizabeth y John simbolizan el espíritu idealizado (por los hombres) del amor en su época.

Y llegamos a la historia. Un romance sadomaso que ríete tú de las insulsas 50 sombras de Grey. Porque en el planteamiento, las 50 sombras son un plagio de las 9 semanas. Pero la Elizabeth de 9 semanas es más lista que la Anastasia imaginada por E. L. James, y por eso la historia acaba antes, además de que toda la trama tiene más gracia. Por una parte, el romance de 9 semanas y media es uno de los mejores romances que he visto en el cine, en el sentido de que muestra con realismo, sin caer en la cursilería, el proceso de enamoramiento de dos amantes. Tú vives como Kim Basinguer y Mickey Rourke se enamoran sin remedio, ves luego las reticencias de Kim, la opacidad del personaje de Mickey, el dolor de los dos al separarse. Luego está la otra parte del romance, la que supone el conflicto de la película y sirve de excusa para enseñar carne: la relación de dominación sexual que se establece entre los dos. Él es el dominante y ella la sumisa, hasta que no puede más. Otra vez el reflejo de una época en la que el poder corre por las venas de la cultura popular (como ahora la indignación), deshumanizándola. Y esos son los años que echamos de menos, los dorados ochenta.

Por último está la banda sonora, que va más allá del desgastado You can leave your hat on, de Joe Cocker, y que es una gozada escuchar, ahora sobre todo que hemos vuelto a acostumbrarnos a los alegres sonidos del originario pop electrónico. Mi canción favorita: Bryan Ferry con Slave to Love, que ya he rallado estas últimas semanas. Pero hay otras. Un par de Billie Holiday, da igual cuales, todas las de Billie son hipnóticas. Otra de Bryan Eno, innovador y poético Eno. Estan los infalibles Eurythmics con This city never sleeps. Jean-Michel Jarre, aquel electro gurú venido a menos pronto, con Arpegiator, la sensual Love and Happiness de Al Green, y de una tal Luba, Let it go, tan madonniana. Queda alguna cosa más interesante, descúbrelo tú.

¿Y por qué me dio por ver 9 semanas y media ahora? Pues por una visita que hice a una tienda de carteles de cine que me encanta en el barrio de Gràcia. Cinemascope, se llama. Y buscando un poster para regalar descubrí una postal con la imagen que habéis visto al principio de este post. ¿Cómo resistirme a la mirada cómplice que me echaba esa atractiva pareja? Tuve que llevarme la postal. Ahí está, colgada de una pared en mi habitación. Y tuve que ver la película. Y yo ahora terminando de escribir sobre Elizabeth y John, y ellos sonriéndome agradecidos por haberle quitado el polvo a su historia por un rato. Gracias a vosotros, ¡guapos!

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